La cremación está permitida, pero no así conservar las cenizas en el hogar o esparcirlas en la naturaleza. El Vaticano lo especificó varias veces. La sensibilidad cristiana, el entierro tradicional de los cadáveres, ha sido desde sus orígenes una expresión de respeto por el cuerpo; de desprendimiento pero también de vínculo permanente entre los vivos y los muertos. Las nuevas prácticas funerarias de la dispersión y conservación privada de las cenizas parecen inadecuadas para expresar todo esto. La dispersión es desconcertante sobre el respeto al cuerpo porque evoca la idea de tirar. Pero también la preservación del hogar podría favorecer un trato no respetuoso al inducirnos a percibir lo que queda del difunto como un objeto colocado entre otros [Continua]