(Por Virginia Bonard) Si por casualidad, alguno de nuestros lectores presupone que en este libro encontrará solo relatos fruto de una buena pluma se equivoca. También lo hace quien imagina solo originales acuarelas que ilustran un manojo de palabras. Aquí, además de buena pluma y originales acuarelas hay sensibilidad, ojo con corazón, cuerpo en el barro, compromiso frente a la más cruda de las realidades de nuestro tiempo: la pandemia en la villa.
El autor vive en la villa. Allí despierta, allí desarrolla sus labores profesionales y allí descansa cada noche. Naim se dejó impactar por esos mundos y sus acuarelas acompañan con mágica belleza la potente narrativa de Metalli.
Con la cuarentena se acabaron los laburitos, las changas, el trabajo informal en el que la inmensa mayoría de estas barriadas basa sus magras pero decentes economías familiares. Venciendo el miedo al contagio y a la muerte, los vecinos salieron a las calles a hacerse cargo de sus propias necesidades básicas y las de sus paisanos más pobres entre los pobres.
¿Quiénes protagonizan estos intensos 63 relatos cortos? Noelia, el viejo bayo, la radio Cristo de los Villeros, Flordelisa, el Chino, el padre Pepe [Di Paola], Pochoclo Bum Bum, el Chili, Morta, Heriberto y María Dolores, Rosa… Sin embargo, la vendedora de los billetes de lotería sobrevuela más de uno de los textos, parece conocerlos a todos.
El ritmo de la escritura de Metalli suena así: “En los días del gran miedo también hubo momentos de gran perdón. (…) Hay más comprensión en la villa, y la vida que hoy está en peligro se aprecia más, cuanto más se siente amenazada. (…) El perdón moviliza mucho más; más y más profundamente que cualquier autocrítica o sabio consejo que aliente a corregir los propios vicios”.
No se sorprenda, lector, si leyendo estas páginas teñidas de acuarelas, al cerrar cada pequeña historia se le escape un breve oración al cielo.