Misericordia, un muro contra los males sociales

La misericordia como “última reacción eficaz contra el poder del mal” es el tema central de esta hermosa reflexión extraída del libro No tengas miedo de perdonar.

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(Alver Metalli-Andrea Tornielli) El papa Francisco ha dicho que la misericordia es «el mensaje más contundente del Señor», y lo asumió como tema central de su pontificado. Desde el día en que fue elegido hasta hoy, el Papa proclama el valor liberador de ese gesto de Dios que carga sobre sus hombros nuestra miseria y lo señala como medida de comportamiento en la relación del hombre con el hombre, del hombre con la creación y de los pueblos entre sí. Benedicto XVI afirma lo mismo, cuando dice que la misericordia «es la única verdadera y última reacción eficaz contra el poder del mal». «Solo allí donde haya misericordia termina la crueldad, termina el mal y la violencia», dijo el Papa emérito en un diálogo con su entrevistador, el jesuita belga Jacques Servais, y agregó que consideraba un verdadero «signo de los tiempos» el hecho de que la idea de la misericordia de Dios sea cada vez más central y dominante, «a partir de  Sor Faustina, cuyas visiones, en diversos modos,  reflejan profundamente la imagen de Dios propia del hombre de hoy y su necesidad de la bondad divina. El Papa Juan Pablo II estaba profundamente impregnado por ese impulso, aunque esto no siempre se expresaba de forma explícita».

¿Qué significa que la misericordia es lo único que realmente puede vencer el mal y hacerlo retroceder?

Cuando Zaqueo declara que quiere devolver aquello de lo que se ha apropiado injustamente y entregarle cuatro veces más al que de algún modo hubiera sufrido un daño por su comportamiento, está haciendo algo relevante desde el punto de vista social. No solo realiza un acto de justicia reparadora, porque admite que sus riquezas no son del todo legítimas, sino que aplica una medida distinta de justicia. «Es la misericordia lo que nos mueve hacia Dios, mientras la justicia nos ahuyenta de su lado» observa Benedicto XVI con agudeza. Por eso el Papa Francisco puede decir que «el perdón es la base de cualquier proyecto de sociedad futura más justa y solidaria». El perdón acerca y hace sentir al otro como próximo, unido a mí en cierta forma, y por eso hace posible una solidaridad que de otra forma sería muy difícil.

Donde hay misericordia, hay rechazo del egoísmo, de la afirmación de uno mismo, hay una barrera contra la difusión de la intolerancia y la violencia, pero también hay un principio activo de reconciliación. La misericordia acepta que no soy yo, sino que es otro, el principio que ordena el mundo. La misericordia comienza cuando Dios hace ser al hombre y tiene misericordia de él, y continúa con el hombre que imita el comportamiento del Señor porque experimenta en sí mismo los beneficios que esta tiene, incluso para su vida colectiva, organizada en sociedad. En este sentido la misericordia es una actitud profundamente social. Si repasamos el Padre Nuestro podemos ver que toda la oración de Jesús está marcada por el pedido de que venga un reino de concordia, de paz, de diálogo y comprensión.

En estos tiempos difíciles a escala planetaria hemos podido ver en hechos concretos, hasta espectaculares, los beneficios sociales de buscar un entendimiento tal como lo concibe el Papa. En el plano internacional hemos visto caer muros de enemistad consolidados durante décadas y que parecían inamovibles, como en el caso de Estados Unidos y Cuba. Vimos cómo se disolvían y se abrían nuevas perspectivas de colaboración y desarrollo. También a nivel ecuménico la concordia y comprensión recíproca, la paz y el diálogo han permitido dar pasos que parecieron imposibles durante siglos; por ejemplo se alcanzó el importantísimo objetivo, que tanto deseaba san Leopoldo Mandic’, de llegar a un acuerdo con los ortodoxos.