“Inútil masacre”

Desde el país más pequeño de Europa -Luxemburgo- el Papa lanza un llamamiento para no olvidar y no repetir los errores del pasado. E utiliza la expresión «masacre inútil», que recuerda a la utilizada por Benedicto XVI para definir «la matanza» de la Primera Guerra Mundial. A continuación reproducimos el comentario del Director Editorial del Vaticano

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(Andrea Tornielli). Paz, negociaciones, trabajo diplomático, compromisos honorables… El Papa Francisco desde Luxemburgo, un pequeño país en la encrucijada de muchos acontecimientos históricos europeos, lanza un llamamiento por la paz a Europa, pidiéndole que no repita los errores del pasado. Invitándola a no ser olvidadiza. Y llama la atención en las palabras del Sucesor de Pedro la expresión “inútil masacre”, que recuerda a la utilizada por Benedicto XV para definir la “carnicería” de la Primera Guerra Mundial.

Dirigiéndose a las autoridades de Luxemburgo, el Papa constató “el resurgimiento, incluso en el continente europeo, de desavenencias y enemistades que, en lugar de resolverse sobre la base de la buena voluntad mutua, la negociación y la labor diplomática, desembocan en hostilidades abiertas, con su secuela de destrucción y muerte”. Cómo no pensar en la Ucrania atacada por Rusia, una guerra que ya ha costado un millón de muertos y heridos, y devastado el país. Una guerra librada entre cristianos que comparten la misma fe, el mismo bautismo y la misma liturgia.

Entonces Francisco observó amargamente que el corazón humano parece incapaz de “‘preservar la memoria”. Sí, en efecto, es una Europa olvidadiza la que corre el riesgo de volver a los caminos de la guerra. Para evitar «nuevas masacres inútiles», añadió, se necesitan “elevados y profundos valores espirituales, que impidan el extravío de la razón y la vuelta irresponsable a cometer los mismos errores del pasado, agravados además por el mayor poder técnico del que ahora dispone el ser humano”.

Pero el Obispo de Roma habló también de la responsabilidad específica de los gobernantes, de los que tienen autoridad, calificando de “necesidad urgente” comprometerse “con constancia y paciencia en llevar adelante negociaciones honestas con vistas a resolver los desacuerdos”. Pidió almas dispuestas “a encontrar compromisos honorables que no socaven nada y que puedan, en cambio, construir seguridad y paz para todos”.

Paz, negociaciones, trabajo diplomático, compromisos honorables: palabras que parecen haber desaparecido del vocabulario de los dirigentes, incluidos los europeos, en un momento en que sólo se habla de armas y de cuántos miles de millones hay que invertir en los instrumentos de la muerte. Mientras hay gobernantes que amenazan con utilizar artefactos nucleares, mientras aumenta el número de civiles muertos bajo las bombas pilotadas por drones, mientras los Estados invierten enormes sumas en armamento, restando recursos a la lucha contra el hambre, la salud, la educación, la protección del medio ambiente, son los pueblos los que deben hacer oír su voz.

Las palabras pronunciadas por Pablo VI el 29 de enero de 1966 a propósito de un arbitraje de la ONU sobre la guerra de Vietnam siguen siendo de una actualidad apremiante: “Es una grave, gravísima responsabilidad rechazar la negociación, única vía ahora para poner fin al conflicto, sin dejar la decisión a las armas, a las cada vez más terribles armas. Los pueblos nos observan! ¡Y Dios tendrá que juzgarnos!”.