Para que una cosa realmente cambie tiene que haber algo que la empuje con una fuerza fenomenal, e incluso así los pasos no pueden ignorar los mecanismos evolutivos que, vistos con ojos humanos, respetan la gradualidad como ley suprema.
¿El miedo que atraviesa la existencia individual y colectiva puede ser ese impulso que la obligue a cambiar? ¿Puede realmente producir efectos duraderos en el comportamiento de las personas? [Continua]