Mis inicios profesionales se remontan a 1978, cuando comencé a trabajar en el semanario Il Sabato, una revista de Italia que se empezó a publicar ese año en Roma. El Año de los tres papas, como se lo conoce, fue mi bautismo de fuego y di los primeros pasos en el periodismo con la muerte de Pablo VI, la elección de Juan Pablo I y su rápida desaparición y la elección de Juan Pablo II, tres acontecimientos con sus correspondientes cónclaves que tuvieron lugar en el espacio de unos pocos meses. Una de las características del nuevo semanario, además de seguir paso a paso los eventos del mundo católico, era la atención a los acontecimientos internacionales en un momento de gran ebullición en América Latina, Medio Oriente, Asia y los países del Este europeo. En la organización de la revista, que reunía jóvenes novatos con profesionales experimentados provenientes del mundo de la televisión y la radio, me asignaron América Latina, atravesada en ese decenio por fuertes tensiones y revoluciones incipientes. Así emprendí mis primeros viajes a Nicaragua en plena insurrección sandinista, a El Salvador, con el asesinato de monseñor Romero y los intentos de la guerrilla del FMLN de tomar el poder, a México con la irrupción del movimiento zapatista en el escenario nacional y a América del Sur, todavía gobernada por regímenes militares en Argentina, Uruguay, Paraguay y Chile.
El interés del semanario Il Sabato por lo que estaba ocurriendo en otros continentes llevó a la fundación de la revista 30Giorni en 1983, una revista mensual enteramente dedicada a la problemática internacional y la vida de la Iglesia en el mundo. Fui el director de 30Giorni durante los primeros seis años, promoviendo activamente el nacimiento de las ediciones en otros cinco idiomas, además de la italiana: española, francesa, inglesa, alemana, portuguesa. La dirección de la revista, acompañada de cerca por el padre Giacomo Tantardini, pasó luego, tras un breve paréntesis, a manos del senador Giulio Andreotti, hasta su desaparición en mayo de 2013.
Los continuos viajes a América Latina me llevaron a radicarme en Argentina en 1987, con la tarea de codirigir el semanario nacional Esquiú. De esta época es el ensayo Cronache centroamericane (1988), que sistematiza la experiencia de mis estadías en los países de América Central, sobre todo Nicaragua y El Salvador, en los años 80 y 90. La primera novela es de 2001, que se publicó en Italia con el título L’eredità di Madama y casi inmediatamente fue traducida el español. La historia está ambientada en los alagados de Salvador de Bahía, donde una mujer llamada Madama antes de morir revela a su hijo la identidad de su padre, actualmente cardenal y joven seminarista en aquel momento, con el cual mantuvo una relación. Madama es la figura central de la novela, alegre, positiva, devota, exuberante. La muerte se produce al comienzo del relato, pero la presencia de Madama sigue viva, recorre y se va definiendo a lo largo de toda la narración, en el recuerdo de su hijo Fernando y en los turbulentos acontecimientos que atraviesan su vida a partir de la muerte de la madre.
Sobre las razones de mis comienzos literarios y sobre la relación entre periodismo y literatura, me remito a la entrevista biográfica Giornalismo e letteratura: “Per conoscere la realtà bisogna trasfigurarla”, que realicé con la profesora y poetisa argentina Alicia Saliva en 2001, en cuyas respuestas me sigo reconociendo.
Tras 12 años en Argentina, me trasladé a Ciudad de México en 1999 con un contrato de la RAI que se renovó durante 17 años consecutivos. La atención periodística estaba ahora centrada en México, América Central y el Caribe, con Cuba a la cabeza. En México vio la luz la novela Los dioses inútiles, cuyo telón de fondo histórico es la epopeya de la conquista española. El relato se desarrolla entre los años 1519 y 1521 y está ambientada en Santo Domingo (La Hispaniola), Cuba (la Juana) y el antiguo Anáhuac, la región de influencia azteca correspondiente al actual México. El protagonista es un hipotético soldado de infantería – Álvaro del Cerro – que llega primero a La Hispaniola y después a Cuba para enrolarse en la expedición de Hernán Cortés. Lo acompaña Santiago, su hijo de diecinueve años. Álvaro del Cerro, de profesión escribano de su aldea, es un hombre de su tiempo, una intrincada amalgama de religiosidad, espíritu de aventura y sed de riqueza, involucrado en la ebullición de los años inmediatamente posteriores al descubrimiento en una España convulsionada por las noticias que llevó Cristóbal Colón sobre el Nuevo Mundo. El hijo también participa de este clima efervescente, pero está más influido por las posiciones intelectuales, entonces emergente, de las órdenes religiosas que acompañaron la conquista como una aventura espiritual destinada a la conversión de los pueblos, la evangelización de los nuevos territorios y su incorporación a la cristiandad. Los dos temperamentos diferentes – el del padre y el del hijo – emergen en las páginas de la novela, en una relación dialéctica, durante los preparativos de la expedición de Cortés y hasta el desembarco y las primeras batallas contra los indios mayas de la costa. En una de estas batallas el hijo desaparece, muerto –según cree su padre – por los belicosos aztecas. El hecho conmociona a Álvaro del Cerro, pero la expedición continúa. En un momento de la marcha hacia la capital azteca, Álvaro del Cerro se entera de que su hijo está vivo y ha decidido voluntariamente establecerse con los nativos, como solían hacer los frailes dominicos y franciscanos que acompañaban la conquista en aquel momento. Álvaro del Cerro no comprende esta decisión y se siente confundido. Durante un patrullaje en el lago, los mexicas lo capturan y lo encierran en el Templo mayor para ser sacrificado. El final de la novela es una angustiosa sucesión de hechos, sentimientos y reacciones ante la perspectiva – terrible para un español de la época – de que su vida sea ofrecida a los ídolos aztecas.
En 2002 me mudé nuevamente, esta vez a Uruguay, a Montevideo, donde viví cinco años. En Uruguay nacieron tres relatos para niños: Lobo Siberiano (2006), El viejo ferrocarril inglés (2011) y Las dos Adelias (2014). Los tres tienen un denominador común: el conflicto que se crea entre la arbitrariedad humana y la “sabiduría” de la naturaleza. Sirva como ejemplo el contraste entre la imagen gozosa de un lobo corriendo y jugando entre ráfagas de nieve en las estepas de Siberia y el grito perentorio – «¡Lo quierooooo!» – de una niña brasileña que está viendo televisión con su madre en la sofocante noche de verano de Manaos. Los padres complacen el deseo caprichoso de su hija demostrando que son incapaces no solo de oponer una negativa sensata sino también de dialogar con ella. Enfrentarán entonces todas las dificultades que se interponen para trasladar al animal desde las estepas heladas de Siberia hasta los bosques húmedos y cálidos de la Amazonía. El resultado será muy distinto al que esperaban, como es lógico en una situación donde la voluntad de poseer a toda costa triunfa sobre el sentido común y la razón. La misma antinomia se plantea en El viejo ferrocarril inglés, entre un obstinado adolescente que emprende una batalla a muerte contra un caimán que vive en un zanjón, en la periferia de Montevideo, y en Las dos Adelias, donde una niña de la región amazónica no descansa hasta llevar a Manaos un pingüino del Polo Sur, que por toda respuesta le salva la vida.
En los años que pasé en Uruguay, donde vivía un intelectual de gran importancia para América Latina, Alberto Methol Ferré, nació también el libro La América Latina del Siglo XX (2006), que se volvió a publicar en una edición ampliada después de la elección del Papa argentino con el título El Papa y el Filósofo (2013). El origen de este libro es una importante evento en el cual participó y tuvo un rol fundamental el entonces cardenal Jorge Mario Bergoglio, la V Conferencia general del episcopado latinoamericano, que se celebró en el santuario brasileño de Aparecida en mayo de 2007. No es arriesgado afirmar que precisamente en Aparecida radica en parte el secreto de la elección del Papa Francisco al trono pontificio. El libro bosqueja un fresco temático de la América Latina contemporánea, trazado con la convicción de que la actualidad, el presente, no se pueden entender solo y sobre todo con el análisis de la actualidad, con la frecuentación asidua de las crónicas del presente. De allí que el recorrido/itinerario que realizan Methol-Metalli en las páginas del libro va desde la actualidad de América Latina hasta su pasado reciente y también remoto, en un viaje hacia atrás, hacia la fuente donde nacen esos fenómenos cuyas manifestaciones vemos en nuestros días, para volver al presente con un bagaje enriquecido de hipótesis explicativas con las cuales partir de nuevo para sondear el futuro. El pensamiento de Methol Ferré emerge airoso, vivaz, navega seguro entre los pliegues de la historia latinoamericana. Después de leer estas páginas el lector comprenderá por qué el Papa Francisco se refirió a Methol Ferré como «el genial pensador rioplatense» que «nos ayudó a pensar».
Contemporáneamente al ensayo sobre América Latina, durante los años pasados en Uruguay se publican tres cuentos largos con el título El Hombre del agua (2012). Tienen en común la ambientación latinoamericana y el sentimiento de expectativa que domina en ellos. El primer relato transcurre en un lugar indeterminado de América Latina, en un pequeño pueblo marchito por la aridez y reducido a una existencia desoladora por la sequía cuyos habitantes reciben la notica de una visita que podría cambiar su penosa condición. La segunda historia se desarrolla en el límite entre México y Estados Unidos, donde una patrulla fronteriza caza inmigrantes indocumentados que intentan cruzarlo. En el tercer relato, un hombre de poderes singulares que vive en un pueblo del sur de Argentina recibe la visita de personas que anhelan recibir su influencia benéfica. Sobre las tres historias se cierne un misterio benigno a la espera de revelarse, y los rostros, gestos y personajes un tanto ingenuos adquieren forma e identidad, encarnando el universal reclamo de su propia naturaleza.
En 2007 volví a Argentina. En 2013 comencé la colaboración con el portal de información Vatican Insider. La elección del Papa argentino, a quien veía con frecuencia cuando era arzobispo de Buenos Aires, fue una de las razones del nacimiento del sitio sobre América Latina Terre d’America, con su correspondiente versión en español Tierras de América, que dirigí durante cinco años, hasta octubre de 2018. Cinco años de análisis y reportajes cuyo resultado fue una considerable mole de material que todavía se puede consultar en el sitio.
En este mismo período se publicaron dos novelas, Il giorno del giudizio (2011) escrita con Lucio Brunelli, e Isidora (2015). Ambas comparten historias y acontecimientos que entrelazan el mundo vaticano y el latinoamericano. En 2017 escribí junto con Andrea Tornielli Luis Dri, Non avere paura di perdonare donde el confesor argentino del Papa Francisco, nacido en una familia de campesinos de nueve hermanos que eligieron todos la vida religiosa, cuenta su vida y su relación con Bergoglio, que comenzó mucho antes de ser elevado al trono pontificio
2020 fue el año de la gran pandemia. Lo viví en una villa miseria de la periferia de Buenos Aires donde trabaja el sacerdote José María di Paola, conocido como “padre Pepe”, a la que fui a vivir en 2014. En la villa terminé la novela Morte di un benzinaio di provincia que se publicó en agosto de ese mismo año. Con la explosión de los contagios y el comienzo de la cuarentena propiamente dicha comencé a escribir dos libros motivados por esta tragedia moderna. Quarantena-Cuarentena, un diario de la peste en una villa miseria argentina, que fue publicado en el mes de mayo en Italia y en junio en Argentina, y Controluce, editado en Argentina en junio de 2021. En España será publicado con el título Epifanías. Los dos libros presentan en forma literaria el duelo entre la vida y la muerte en suburbios de gente humilde como los barrios marginales de la periferia de Buenos Aires, donde se concentra una humanidad de inmigrantes del interior y del exterior, en el país de la pampa sin límites y las infinitas cabezas de ganado que viven en libertad. Está la vendedora de billetes de lotería que persigue a sus clientes por el laberinto de calles de la villa, desconocidas para la mayoría, el pequeño traficante de drogas que vende y consume al mismo tiempo, el entrenador de fútbol en silla de ruedas y todo un universo de santos con y sin aureola a los que recurre el habitante de la villa en las diversas dificultades de la vida. Pero también está la ola de solidaridad que alimenta y asiste a los más vulnerables, los más expuestos a la muerte que ronda con la guadaña al hombro. Todo observado “desde adentro” con simpatía, elevado y expuesto en contraluz para que se pueda ver la trama más oculta.