El Papa en la ruta de los santos. Un viaje a la periferia de la periferia

(a.m.) El artículo de Sergio Rubín, que reproducimos en la versión publicada por Valores Religiosos, dice básicamente tres cosas:

1.El Papa no confirma el viaje a la Argentina pero subordina la posibilidad misma de realizarlo en un futuro próximo -en marzo se dice- al presidente Javier Milei. Quiere, en definitiva, que la intolerancia presidencial no roce una guerra civil, primero ideológica, luego en las calles.

2. Tal es la preocupación del Papa Francisco por la situación de odio social que crece en su país natal, que interviene como nunca lo ha hecho, ni siquiera en situaciones de conflicto abierto como Colombia, o la misma Cuba, para quedarse en este continente.

3. Finalmente, nos hace saber cuál sería su plan en el caso de un viaje a la Argentina: detenerse lo estrictamente indispensable en Buenos Aires y seguir la ruta de los santos argentinos, aquellos que él mismo ha llevado a los altares: Artémides Zatti (Río Negro), Cura Brochero (Córdoba), Mama Antula (Santiago del Estero). En definitiva, un viaje a la periferia de la periferia.

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(Sergio Rubin). La demorada decisión del Papa Francisco de venir a la Argentina no depende actualmente de él, sino que está en manos de Javier Milei, aseguran allegados al pontífice. Es que, si bien Jorge Bergoglio tiene el deseo de visitar su país y hasta ya definió el itinerario de su eventual recorrido por su tierra, quiere que el Presidente no solamente baje el tono de sus belicosos discursos y sus agresivas declaraciones, sino que también promueva un gesto de unidad nacional, explican.

Francisco puso esa condición porque cree que en un clima tan caldeado como el actual todo lo que diga o haga en su patria será objeto de controversia y, por tanto, su visita se convertiría en motivo de división en vez de unidad, como es su gran anhelo. Más allá de que lo que más le preocupa es que la tensión política siga creciendo y pase de la agresión verbal a la física, como ocurrió en varios casos recientemente. E incluso que se extienda al delicado campo social.

“Francisco considera que hoy en su país, para que no sigan creciendo las polémicas y las tensiones, no alcanza con moderar las expresiones, sino que hace falta poner en práctica gestos que aporten a una mejor convivencia porque con este nivel de enfrentamiento el futuro de la Argentina no va a ser nada bueno”, afirman las fuentes. Y cree -agregan- que el presidente de la nación es el primero que debe dar el ejemplo y enviar señales conciliatorias.

La condición que pone el Papa lo coloca a Milei en un aprieto. Es que Milei, por un lado, quiere fervientemente ser el presidente que reciba al primer pontífice argentino. Pero, a la vez, debería mostrar una actitud con la oposición y los diversos sectores que choca con los modos que le permitieron llegar a la presidencia y que, a su juicio, le siguen siendo útiles para mantener la adhesión de sus simpatizantes y disciplinar a sus oponentes.

No es la primera vez que las tensiones políticas obstaculizan la decisión del Papa de venir. Con cada presidente, Francisco renovaba la esperanza de un mejor clima. Milei no fue la excepción porque -más allá de su explosiva personalidad- Jorge Bergoglio también le dio un crédito, pero que el libertario -advierten las fuentes- está consumiendo a gran velocidad, al persistir en sus destemplados pronunciamientos.

No obstante, las fuentes rechazan que Francisco no quiera colaborar con un mejor clima de convivencia al haber criticado el mes pasado al gobierno por usar gas pimienta en una protesta en vez de destinar el dinero a mejorar las condiciones de vida de los pobres. “No llegó a ser pontífice un faccioso que por gobernar alguien que no pertenece al partido de su supuesta simpatía, lo sabotea”, subrayan.

Explican -como lo vienen haciendo desde que Jorge Bergoglio realizó el cuestionamiento en un resonante discurso ante los movimientos sociales- que lo manifestado por Francisco debe tomarse como un aviso de una posible escalada de la tensión social que podría ir acompañada de otra represiva y el señalamiento de la necesidad de trabajar para evitar una espiralización del conflicto.

Mientras tanto, Francisco ya tiene delineando un posible itinerario por su patria, previo paso por Uruguay, que -tal como se lo prometió a la Iglesia del vecino país- formará parte del periplo sudamericano en caso de que se concrete. Y cuya fecha probable sería a principios de marzo, tras los meses de receso veraniego y antes de que se inicie el proceso electoral nacional.

Proveniente de Montevideo, Buenos Aires será la puerta de entrada a su país. Aunque sobre este paso no hay precisiones. Hay quienes dicen que podría visitar un populoso partido del gran Buenos Aires. Otros creen que, como hizo Juan Pablo II, mantendría un encuentro con empresarios y otro con obreros. Y se descuenta que también iría al santuario de Luján. Eso sí, Jorge Bergoglio tiene en mente visitar Santiago del Estero, a cuya jurisdicción eclesiástica le otorgó este año la condición de primada que tenía Buenos Aires por ser la primera diócesis en parte de lo que sería la Argentina. Lo que fue calificado como una reparación histórica. Además, elevó a su obispo, Vicente Bokalic, a arzobispo y lo creará cardenal.

También quiere visitar Córdoba y Viedma. Así, Francisco realizaría la “ruta de los santos” porque la primera santa argentina, Mama Antula, era santiagueña; el primer santo nacido y santificado en el país, el Cura Brochero, era cordobés, y el tercer santo -si bien nacido en Italia-, el enfermero salesiano Artémides Zatti, vivió y murió en Río Negro.

Seguramente, algo de todo esto -o mucho- es motivo de conversación en estos días entre el Papa y la cúpula del Episcopado argentino que durante todo el mes está en Roma participando de la segunda y última parte de un sínodo de obispos -por primera vez con presencia femenina con voz y voto- para avanzar en una Iglesia más participativa.

En noviembre, la Conferencia Episcopal Argentina deberá elegir a sus autoridades para los próximos tres años, lo que dará paso a una gran renovación porque muchos no pueden seguir en sus cargos por impedimentos estatutarios. Surgirá así la nueva conducción que deberá ocuparse de la organización de la eventual visita papal.

La cúpula eclesiástica tendrá que coordinar con el gobierno nacional y de las provincias que visite Francisco cuestiones de infraestructura y seguridad -además de la preparación espiritual de los fieles-, más allá de la habitual “avanzada” de una delegación del Vaticano que supervisa la organización de los viajes de los papas

Las celebraciones que haya, las personas invitadas, los lugares que cada uno ocupará demandarán mucho esmero. Habrá que ver si, en tal caso, los políticos y los demás dirigentes facilitarán las cosas o las complicarán con pujas por estar presentes en los primeros lugares y poder reunirse con el pontífice.

Francisco no pierde las esperanzas de que Milei lo escuche, baje el tono y tenga efectivamente un gesto que contribuya a la unidad nacional. También espera que esa actitud sea acompañada por la oposición y todos los actores de la vida pública, y que así mejore el clima político en su país.

¿Espera el Papa un milagro? Algo es seguro: el tiempo se está agotando porque un viaje papal exige varios meses de preparación desde el anuncio oficial y, además, el inicio del proceso electoral marca un límite. Para Francisco, buena parte de su decisión está en manos de Milei.