El título que elegimos para este artículo -volver a empezar- alude al sacerdote José María di Paola, más conocido como «Padre Pepe», y a su último destino en la provincia de Santiago del Estero, adonde se trasladó en febrero de este año 2024. El artículo apareció en La Nación del 31 de julio. El Padre Pepe responde a las preguntas de la periodista Lorena Oliva y habla de sí mismo, del nuevo lugar donde vive su misión como sacerdote, de los Hogares de Cristo y sus rápida expansión numérica y territorial; también comenta el momento político, pero en relación al trabajo de prevención al que se dedica, como cuando afirma que “faltan espacios de atención y que la dirigencia no tiene a la problemática entre las prioridades”. En cuanto a Milei «mi opinión sobre este gobierno es pública» afirma. «Solo espero que a la Sedronar [Secretaría de Políticas Integrales sobre Drogas de la Nación Argentina, NDR] le faciliten los recursos porque se puede hacer mucho bien. Para muchos de los desafíos por delante que tiene el país hacen falta fondos». Una frase entre muchas habla de su preocupación en este momento: «En los debates presidenciales, parece que la mejor forma es hablar del búnker, cuando lo que necesita la Argentina es trabajo de prevención, de recuperación. Tenemos que preocuparnos de que sigan los clubes. Tenemos que preocuparnos por lo que enseñan en el colegio sobre este tema. Cuando se habla de consumos problemáticos y recreativos no es una frase que me guste del todo».
Quienes quieran leer el artículo tal y como lo publicó el diario argentino sólo tienen que abrir el enlace. Los que quieran leerlo en la maquetación que le hemos dado en el blog de Contraluz pueden, en cambio, seguir leyendo. En la galería encontrarán también 10 fotografías que ilustran distintos momentos vividos en estos primeros meses en la nueva tierra de misión, mientras que la fotografía de portada es la misma que abre el artículo de La Nación firmada Mauro V. Rizzi, y muestra al padre Pepe con su iglesia parroquial a sus espaldas: Nuestra Señora de Lourdes, en La Banda, Santiago del Estero.
***
(Lorena Oliva-30 de julio de 2024) Desde febrero, la parroquia Nuestra Señora de Lourdes, en La Banda, Santiago del Estero, es la nueva casa del padre José María Di Paola. Su mudanza tuvo mucho que ver con la idea de ampliar lo que la iglesia católica llama Equipo de Sacerdotes de Villas y Barrios Populares. “Nacimos en la ciudad de Buenos Aires y hoy estamos tratando de contagiar nuestro espíritu en todo el país”, explica Di Paola, que recibe a LA NACION en la secretaría de la parroquia, una oficina casi sin muebles y con una biblioteca repleta de portarretratos en los que se lo ve, en diferentes momentos de su vida: en una procesión, con otros sacerdotes, incluso una con el Papa Francisco. El humo de dos espirales inundan el ambiente de olor a repelente de mosquitos.
El padre “Pepe”, como todos lo conocen, es el fundador y actual presidente de la Familia Grande del Hogar de Cristo, una red de 278 dispositivos para el tratamiento de los consumos. Es la institución del país con más centros orientados a la atención de esta problemática. La mayoría de sus espacios están orientado a poblaciones vulnerables y muchos están subvencionados por la Secretaría de Políticas Integrales sobre Drogas de la Nación (Sedronar).
Después de 15 años de trabajo en prevención y asistencia, su percepción de la realidad no es optimista. “El impacto de la droga en los barrios populares es muy fuerte. Hay muchos chicos, chicas y jóvenes adictos. Y faltan espacios, porque el fenómeno es muy grande”, denuncia. A criterio del sacerdote, la problemática no es leída por la dirigencia con la urgencia que merece. “Siempre es más fácil hablar del búnker, cuando habría que hablar de prevención. Muchos de los desafíos por delante requieren fondos. Espero que a la Sedronar le faciliten los recursos porque se puede hacer mucho bien”, afirma.
—La red de hogares ya supera los 270 dispositivos. Eso les devuelve una foto muy potente de la problemática del consumos en los barrios. ¿Qué es lo que más les preocupa hoy?
—Nos preocupa poder mantener lo que estamos haciendo, que los centros sigan teniendo esa fortaleza que los caracteriza. Estamos charlando bastante con el encargado de Sedronar, que es Roberto Moro, que es una persona que conoce el tema. El desafío es ver cómo poder progresar en la cantidad de centros barriales.
—¿Le preocupa que le falte apoyo y presupuesto durante este gobierno?
—Mi opinión sobre este gobierno es pública. Solo espero que a la Sedronar le faciliten los recursos porque se puede hacer mucho bien. Para muchos de los desafíos por delante que tiene el país hacen falta fondos.
—¿Faltan espacios de tratamiento en los barrios?
—Sí. Faltan, porque el impacto de la droga en los barrios populares es muy fuerte. El fenómeno es muy grande. Eso produce que haya muchos chicos, chicas y jóvenes adictos. La mayoría de los chicos en los barrios entran en el consumo por la marihuana y el alcohol. Después van al paco.
—¿Qué nivel de importancia le otorga a este tema la dirigencia política?
—Pienso que es un tema que preocupa, pero que a la larga, en las prioridades, muchas veces no queda en primer lugar. En los debates presidenciales, parece que la mejor forma es hablar del búnker, cuando lo que necesita la Argentina es trabajo de prevención, de recuperación. Tenemos que preocuparnos de que sigan los clubes. Tenemos que preocuparnos por lo que enseñan en el colegio sobre este tema. Cuando se habla de consumos problemáticos y recreativos no es una frase que me guste del todo.
—¿Por qué?
—Entiendo la diferencia que hay, pero en la Argentina hoy algunos que pueden recrearse y otros no.
—¿A qué se refiere?
—Por un lado la sociedad dice espantada: ‘Uy, los sectores más pobres y el paco, qué dificultad’. Pero por otro lado, te favorecen el consumo de la marihuana. Nos ayudaría mucho que digan en todos lados que, a la par de la gente que consume y domina la marihuana, hay otra gente que no la va a dominar nunca.
—Los últimos documentos de la Pastoral de Villas están firmados por los sacerdotes de las villas y barrios populares de la Argentina, cuando la organización había nacido en CABA. ¿Esta ampliación tiene que ver con que ahora usted viva en La Banda?
—Así es. Pasamos de Capital al Gran Buenos Aires y hoy estamos tratando de contagiar ese espíritu a través del Hogar de Cristo en toda la Argentina. Este recorrido de 15 años nos permitió estar en contacto con curas que también estaban trabajando problemáticas parecidas en barrios necesitados de otras ciudades del país. En ese momento pensé que tenía que irme al Interior.
—¿Por qué La Banda?
—Aquí, en Santiago del Estero, me pareció que tenía la posibilidad de trabajar con barrios populares atravesados por los mismos problemas que tiene el Gran Buenos Aires, el gran Santa Fe y otras ciudades que tienen la problemática propia de lo urbano.
—¿Cuáles son esas problemáticas?
—Lo urbano es el horizonte más importante que tiene la Iglesia. Al menos yo lo miro desde el punto de vista de la Iglesia, pero también, si se quiere, para un gobierno. Hoy encontramos gente que vive en barrios muy poblados. Todo eso te hace pensar en cuáles son las problemáticas que esa gente tiene, por ejemplo, el hacinamiento, la violencia y la droga, que es propia de las ciudades o al menos explota en la marginalidad de las ciudades.
—El primer Hogar de Cristo nació en 2008 con la idea atender el problema del consumo entre los adolescentes de los barrios. ¿Qué cambió desde entonces?
—El Hogar de Cristo nació por la impotencia que nos daba no poder solucionar el problema de los pibes que estaban en adicción porque a través de Sedronar no había respuestas. Hoy sí hay respuestas. Yo creo que en ese sentido, a pesar de que el fenómeno creció, también la respuesta ha crecido.
—En aquel momento, el paco era la novedad más temida en los barrios, ¿no?
—Así es. Hasta ese momento la droga estaba circunscripta a pandillas, a grupos muy pequeños que se disputaban territorios, pero cuando vimos que el paco se extendía tan rápidamente, vimos que chicos que habían entrado en los circuitos preventivos que teníamos, como los campamentos o el deporte, empezaban a caer también y terminaban en situación de calle. Como había mucha burocracia para dar respuesta, dijimos: ‘Vamos a empezar nosotros’. Partí al medio una parroquia y la empezamos a utilizar para los que quisieran recuperarse. Al principio hacíamos grupos de autoayuda. Después nos dimos cuenta de que hacía falta un proceso de desintoxicación y de camino espiritual.
—¿Cómo es el abordaje de los Hogares de Cristo?
—Por un lado, el abordaje territorial, eso de partir la parroquia para los chicos que tenían problemas. Hoy estamos con centros barriales. Y por otro lado, el abordaje integral, porque veíamos que el pibe que tenía problemas de adicción también tenía otros problemas: lo habían echado del trabajo, tenía problemas con su pareja, había estado en situación de calle y contrajo todos las enfermedades de estar en la calle. Entonces, si no lo ayudábamos en todo lo que significaba su contexto, él podría dejar la droga quizás, pero no solucionaba el problema.
—¿Qué rol debería ocupar el Estado en esa dinámica?
—El Estado tiene que ofrecer recursos, por ejemplo, profesionales. Pero el grupo comunitario tiene que buscar ese apoyo. Es importante articular bien entre lo que vos hacés y lo que el Estado tiene para ofrecerte. Nosotros apostamos siempre a lo que llamamos la comunidad organizada. Por ejemplo, que el centro barrial se apoye en la municipalidad o en la provincia, que es el Estado más cercano.
—¿En qué se diferencia la problemática del mujer en consumo del varón en consumo?
—Y, por ejemplo, en un pequeño detalle: la mujer viene con tres nenes. Entonces necesitás una mirada integral. Tenés que pensar que si tenés a la chica, necesitás un lugar para que sus hijos estén también. A veces la gente dice: “No, bueno, que vaya la chica, y que a los nenes lo cuiden los abuelos”. Y los abuelos capaz no existen o son jóvenes y están trabajando. Otro tema importante es que, en muchos casos, conseguían el dinero para poder drogarse prostituyéndose y eso les trajo un drama en la vida que hay que atender.
—¿Juzga más la sociedad a la mujer que consume?
—Puede ser. Lo que yo noto es que tiene más consecuencias. Si el varón es el problema, bueno, es más fácil que se vaya de la casa. Pero la mujer es el núcleo más fuerte de la familia, al menos de la pareja y de los hijos, entonces tiene un impacto más grande en la familia si se tiene que ir.
***
Dónde pedir ayuda
Línea 141. Es para una primera escucha y asistencia inmediata. Es anónima, gratuita y funciona las 24 horas. Depende de la Sedronar.
Narcóticos Anónimos: brinda atención gratuita y confidencial las 24 horas a través de su línea 0800-333-4720 o por WhatsApp al 1150471626. Desde su página web se puede asistir a una reunión virtual.
Para informarte sobre más lugares donde pedir ayuda, a qué señales hay que estar alertas y cómo acompañar a un familiar, podés navegar la guía de LA NACIÓN sobre adicciones.
Cómo colaborar
Los Hogares de Cristo suman unos 200 dispositivos de tratamiento de las adicciones en todo el país. Reciben donaciones al alias TORNEO.MEDANO.CADENA
Información sobre esta investigación
Esta investigación periodística se realizó en el marco del Fondo para Investigaciones y Nuevas Narrativas sobre Drogas convocado por la Fundación Gabo con apoyo de Open Society Foundations.