El portal español Religión Digital, el principal sobre información religiosa en castellano del mundo, publica una reseña de la novela “Muerte de un playero de provincia” publicado recientemente por la editorial Verbum. La firma es del intelectual italiano Massimo Borghesi, filosofo y escritor. A continuación reproducimos el texto de la nota, que también se puede leer en el portal abriendo el siguiente enlace.
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(Massimo Borghesi). Muerte de un playero de provincia es el título deliberadamente minimalista de una novela tras la cual se esconde una gran tragedia. El thriller, que se publica también en español, está profundamente inmerso en la atmósfera y el contexto de la inmensa periferia de Buenos Aires, tan alejada de los espléndidos edificios y monumentos de una de las ciudades más bellas de América Latina. El protagonista, Pedro Durán, es, como su autor, un periodista. Trabaja en “La Mañana” y debe investigar un caso que resulta un verdadero rompecabezas. Un hombre de setenta años llamado José Benito Benavides mató a otro quince años más joven, Alejandro Ruiz Patrone, e inmediatamente después murió atropellado por un automóvil al cruzar la calle. Aparentemente no tienen nada en común, nada que pueda suponer un motivo. Benavides es un militar retirado y Patrone es el empleado de una estación de servicio. ¿Qué relación tienen entre sí? ¿Por qué Benavides mató a Patrone? Aquí comienza la investigación de Durán, que procede, como en todo thriller que se precie, a través de entrevistas, búsqueda de personas vinculadas a ambos y pistas falsas.
A medida que avanza la historia, la narración se anima con personajes secundarios como Paloma Roja, la vagabunda que aparece y desaparece cada vez que Durán la cruza en “su territorio de la plaza San Martín, con su corte de gatos callejeros, palomas rengas y bártulos que cuelgan del carrito de supermercado como festones de un carro alegórico de carnaval”. Paloma Roja que “parece un espantapájaros vestido con harapos. Se ha apostado cerca del edificio de American Express y desde allí vigila a los que ingresan en su territorio endilgándoles la ristra inconexa de insultos que fabrica su insensatez. Espera que los transeúntes le den la espalda y les escupe vulgaridades que brotan de insondables impulsos internos”. La Paloma que muere una helada noche de julio, sentada sobre un colchón sucio bajo su refugio de cartones que no pueden protegerla. Una de las tantas víctimas de la pobreza y la locura. Pero hay otras víctimas y aquí es donde el relato de Metalli se abre y se entrelaza con los dramáticos acontecimientos de la Argentina de mediados de los años ‘70, con el golpe militar del 24 de marzo de 1976 que llevó al poder a los generales Videla, Massera y Agosti.
El asesino de Patrone está conectado con los años oscuros de la dictadura militar, con los miles de desaparecidos de aquella época. Es la realidad que va emergiendo poco a poco. En su juventud, Alejandro Ruiz Patrone fue secuestrado por los militares. Era miembro del grupo revolucionario Montoneros. Estuvo detenido durante cuatro meses, fue torturado y luego, inexplicablemente, lo dejaron en libertad. Y José Benito Benavides, el asesino, era el encargado de registrar a las víctimas, aunque cumplía funciones secundarias. Se hace referencia a un amor muy especial por su único hijo llamado Francisco. Así desfila la galería de personajes llamados a dar cada uno su versión de los hechos, desde el sargento Rodolfo Ibarra hasta el párroco de Benavides, el padre Ignacio Salvatierra, pasando por el oficial Flavio Maniero – al que no agrada la perestroika de los actuales jefes militares – y la esposa de Patrone, Elisa Armanián.
La pluma de Metalli combina hábilmente personajes, psicologías y versiones diferentes. A cada paso surge una pieza, una pista que pone en duda la versión anterior. Durante mucho tiempo la interpretación se mantiene en suspenso. ¿Por qué Benavides mató a un ex desaparecido? “El único punto de intersección entre ambos fue el día del asesinato, en una localidad de la periferia de Buenos Aires, a las 9,57 de un sábado 10 de noviembre, cuando el ex militar disparó contra una antigua víctima del régimen”. Recién cuando se acerca el final los distintos hilos parecen conectarse, las pistas convergen hacia una única explicación posible en la que, como en el más clásico de los thrillers, el blanco y el negro se entremezclan. Tal como se entremezclan en el ánimo del investigador, Pedro Durán, atormentado por una traición que provocó el fin de su relación con Nuria, la madre de su hijo Pedrito.
En un insistente flashback la imagen de Nuria aparece una y otra vez, interrumpe la narración, introduce una nota de melancolía y arrepentimiento. Nuria en Gualeguaychú, la ciudad del carnaval. “De pie entre la multitud apiñada a los lados de la calle la observaba, pálida y bella, tratando de no hacerme notar. En realidad, quería que me viera, que supiera que había hecho todos esos kilómetros por ella, que estaba en mis pensamientos y en mi corazón”. La investigación avanza junto con los recuerdos de Nuria. “Las cautelosas citas de los primeros tiempos, los paseos clandestinos lejos de las miradas de los amigos, las historias que se mezclan, los sucesos inmersos en la luz del nuevo destino anticipado en la unidad de los cuerpos y de los espíritus, las vidas que se develan en una intimidad creciente, los regalos elegidos con cuidado y ofrecidos con íntima satisfacción, las promesas susurradas, las atenciones mínimas, los gestos delicados”. La vida de los demás remite a la propia y el entrelazarse de los destinos está velado por el misterio. “Dos vidas, dos frentes opuestos, la de Patrone y la de Benavides, una consagrada a minar un orden que consideraba injusto y la otra a defenderlo de los ataques subversivos; dos vidas que siguieron adelante ignorándose durante décadas para confluir la semana pasada en la estación de servicio de León Suárez, al borde de una villa miseria que muchas veces ocupa la crónica policial por la violencia entre traficantes. ¿Qué las acercó hasta ponerlas en contacto? ¿Qué empujó la una hacia la otra? ¿De dónde provino esa atracción fatal que las desintegró cuando se tocaron?”. Cada muerte, cada muerte criminal, implica una pregunta sobre el destino. Los thrillers no rehúyen esa pregunta y la última novela de Metalli, con el telón de fondo de los años de plomo argentinos y su tragedia todavía presente, constituye una elocuente y sugestiva confirmación.