La Repubblica miércoles 11 de octubre de 2023-Brunella Giovara
(Traducción al español de Inés Giménez Pecci)
Esto es barbarie, «yo ya la he visto». La voz de Edith Bruck se quiebra y está casi por llorar. Casi. Pero es una mujer fuerte, que pasó por la Shoá e increíblemente sobrevivió, y es testigo de ello y lo será “hasta la muerte”, con los libros que ha escrito, con la historia de su vida que cuenta en las escuelas. Fue deportada a los 13 años y pasó por Auschwitz y Dachau. Una niña que hoy tiene 92 años.
¿Qué puede entender un niño del horror? Usted lo sabe. «No entiende nada. Está perdido, tiene los ojos perdidos. Si tiene a su madre cerca, gritará ¡mamá! Si no la tiene, se quedará mudo».
Hábleme del ataque contra los kibutz y los niños asesinados. Los detalles son escalofriantes, a algunos les cortaron la cabeza. ¿Podemos decir que es un pogromo? «Lo es. Sé lo que es un pogromo, estuve en uno con mi familia. Y cuando llegamos al gueto, recuerdo que vi al primer nazi de mi vida, porque los que nos habían acorralado eran los fascistas húngaros, nuestros compatriotas. Aquel soldado de la Wermacht, que era enorme como un Moloch, tenía una hebilla brillante, a la altura de mis ojos, con una inscripción que decía Gott mit uns. Dios está con nosotros. Y estos de ahora también matan gritando Allah Akbar. Matan riendo, en nombre de Dios. Y cuántas veces sucede que la gente mata en nombre de un dios. Millones de personas mueren así, por desgracia. Recuerdo que mi madre, que era judía creyente y hablaba con Dios todos los días, estaba asombrada, ¿cómo pueden hacer estas cosas en nombre de Dios? Pero ocurrió y sigue ocurriendo».
¿Recuerda a otros niños en los campos de exterminio? «No, porque a los que tenían menos de 13 años los enviaban inmediatamente al crematorio. Yo me salvé porque a pesar de que me habían empujado a la fila izquierda junto con mi madre, destinadas a la muerte, después terminé a la derecha. Un soldado alemán me había susurrado en secreto: ve por allí. Fue la primera luz, la primera oportunidad de salvación que se me presentó. Y vi muchas cosas horribles, por desgracia. Vi soldados jugando a la pelota con la cabeza de un niño. Estábamos en uno de los subcampos de Dachau. No puedo olvidarlo. Nunca lo olvidaré y no debo olvidarlo. Y en Auschwitz, cuando nos mandaron a desinfestarnos de piojos, vi cientos de niños congelados en el suelo, tirados allí. Cientos de pequeños bultitos que después descongelaban para hacer sus experimentos”.
¿Usted todavía sueña con esas cosas? «No. Nunca he soñado con nada. Nunca he tenido pesadillas. Primo Levi me contaba que tenía a menudo esos sueños espantosos, pero yo no. Sin embargo, todo esto vuelve a aflorar durante las anestesias. Cada vez que tuve que ir a un quirófano me dijeron que gritaba ¡saquen a los médicos! ¡saquen a los soldados! En ese momento revivo todo el campo, todo lo que sufrí, todo lo que vi. Auschwitz nunca pasa. Y hay que conservar la memoria, en esto confío mucho en los jóvenes, que escuchan y comprenden, y me recompensan por el esfuerzo que hago para recordar. Porque ellos son los nuevos testigos. Liliana Segre dice que después de nosotros viene el olvido, pero yo creo en las nuevas generaciones, creo que nunca serán fascistas. Nada es inútil, contar la historia es útil, aunque sea un peso enorme sobre los hombros de los sobrevivientes».
Usted que ha sobrevivido a semejantes experiencias, díganos cómo se hace para vivir después. «Ah, quedas marcado de por vida. Es una vivencia que nunca se cura, porque esas experiencias no se pueden curar. El pogromo. Piensa en aquellos doscientos jóvenes que estaban bailando en la fiesta, a los que mataron en el acto o secuestraron. Si eso no es nazismo, ¿qué es?».
¿Tiene miedo? «Sí. Una espesa niebla de racismo, odio y discriminación está volviendo a cubrir toda Europa. Y ahora, Israel. Los judíos ya han sufrido demasiado y son pocos. Israel tiene derecho a existir y todo lo que está pasando allá es muy, muy grave. El mundo se ha vuelto loco, como dice el Papa ¿Y los niños? Todos dicen que los niños son inocentes e intocables, pero lo que estamos viendo es el colmo de la crueldad».
¿Acaso existe el colmo de la crueldad? «En otros tiempos las guerras eran diferentes. Eran un choque de ejércitos, pero hoy cada vez hay nuevos horrores, las masacres, la violación de niños delante de sus madres, como ha ocurrido en Ucrania. Las mujeres violadas».
Es lo mismo que les pasó a los judíos. Los pogromos, la Shoah. «Aquí hay que prestar atención y no confundir. Auschwitz fue único, lo decía Primo Levi, y lo digo yo también. Lo que está pasando en Ucrania, lo que está pasando en Israel, son horrores cada vez peores, pero diferentes. Horrores que me conmocionan, pero que no se pueden comparar con el exterminio de un pueblo, decidido fríamente, científicamente. La aniquilación. Recuerda los dientes de oro extraídos de los cadáveres, los cabellos utilizados para rellenar los colchones y los trajes térmicos de los aviadores. Recuerda la explotación industrial de los muertos, que eran utilizados como materia prima».
¿Usted tiene familiares en Israel? «Nietos y bisnietos. Uno ha desaparecido, no sabemos dónde está. Pero lo siento por todos, no sólo por él. Sé lo que significa el sufrimiento de todos, no hablo sólo por el mío. Y ciertamente no me alegro por la muerte de un palestino. Volví de los campos sin odio, sin deseos de venganza. Después de la liberación, también compartí mi comida con algunos prisioneros alemanes que estaban del otro lado de la alambrada. Estábamos en un campo de tránsito y ellos eran los prisioneros. Tenían las ollas vacías y les di lo poco que tenía. La venganza no sirve para nada”.
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In italiano. Tratto dalla Repubblica di mercoledì 11 ottobre 2023-Brunella Giovara
Intervista a Edith Bruck: “Uccidono anche i piccoli come facevano i nazisti, ma la vendetta non serve”
Questa è la barbarie, «e io l’ho già vista». La voce di Edith Bruck si incrina, e arriva quasi al pianto, quasi. Eppure, è una donna forte, che ha attraversato la Shoah ed è incredibilmente sopravvissuta, ne è testimone e lo sarà «fino alla morte», con i libri che ha scritto, il racconto della sua vita fatta nelle scuole. Deportata a 13 anni, passata da Auschwitz e da Dachau. Una bambina, che oggi ha 92 anni.
Cosa capisce un bambino, dell’orrore? Lei lo sa. «Non capisce niente. È perso, ha gli occhi persi. Se ha la madre vicino urlerà mamma! Se non ce l’ha, resterà muto». L’assalto ai kibbutz, e questi bambini uccisi. I dettagli sono orrendi, ad alcuni hanno tagliato la testa. Possiamo definirlo un pogrom? «Lo è. Io so cos’è un pogrom, ci sono finita dentro con la mia famiglia. E quando siamo arrivati al ghetto, ricordo di aver visto lì il primo nazista della mia vita, perché chi ci aveva rastrellato erano i fascisti ungheresi, i nostri concittadini E quel soldato della Wermacht che era enorme come un Moloch aveva una fibbia lucida, all’altezza dei miei occhi. Gott mit uns, c’era scritto. Dio è con noi. E anche questi, hanno ucciso urlando Allah Akbar. Hanno ucciso ridendo, in nome di Dio. E quante volte succede, che si uccida in nome di un dio, milioni di persone muoiono così, purtroppo. Mia madre, che era un’ebrea credente e parlava con Dio tutti i giorni, ricordo che si stupiva, come è possibile che facciano questo nel nome di Dio? Ma è successo, e succede ancora». Lei ricorda altri bambini nei campi di sterminio? «No, perché quelli che avevano meno di 13 anni venivano subito mandati al crematorio. Io mi sono salvata perché pur essendo stata sbattuta nella fila di sinistra con mia madre, destinate alla morte, ero poi finita a destra. Un soldato tedesco mi aveva sussurrato di nascosto vai di là. Era stata la prima luce, la prima occasione di salvezza che mi è capitata. E ho visto molte cose orribili, purtroppo. Ho visto i soldati giocare a calcio con la testa di un bambino. Eravamo in uno dei sottocampi di Dachau. Non posso dimenticarlo. Non lo dimenticherò mai, e non devo dimenticarlo. E ad Auschwitz, quando ci hanno mandato alla disinfestazione dai pidocchi, ho visto per terra centinaia di bambini congelati, buttati lì. Centinaia di pacchettini, che poi scongelavano per fare i loro esperimenti». Lei sogna ancora queste cose? «Mai. Io non ho mai sognato niente. Non ho mai avuto incubi. Primo Levi mi raccontava di aver avuto spesso questi sogni orrendi, ma io no. Però, tutto questo riemerge durante le anestesie. Ogni volta che sono finita in una camera operatoria, mi hanno detto che ho urlato mandate via i medici! mandate via i soldati! Lì rivivo tutto il campo, quello che ho subito, quello che ho visto. Auschwitz non passa mai. E bisogna averne memoria, in questo io sono molto fiduciosa nei giovani, che ascoltano e capiscono, e mi ripagano della fatica che faccio nel ricordare. Perché loro sono i nuovi testimoni. Liliana Segre dice dopo di noi l’oblio ma io credo nelle nuove generazioni, che non saranno mai fasciste. Niente è inutile, il racconto serve, anche se è un peso enorme sulle spalle dei sopravvissuti». Sopravvivendo a esperienze simili, ci dica come si vive, dopo. «Ah, sei segnato per tutta la vita. È un vissuto che non guarisce mai, perché non si guarisce da quelle esperienze. Il pogrom pensi a quei duecento giovani che stavano ballando in quella festa, e sono stati uccisi sul posto, o rapiti. Se non è nazismo, cos’è?» Ha paura? «Sì. In tutta Europa sta tornando una nebbia fitta, di razzismo, odio, discriminazione. E ora, Israele. Gli ebrei hanno sofferto già troppo, e sono pochi. Israele ha diritto di esistere, e tutto questo che sta succedendo là è molto, molto grave. Il mondo è impazzito, come dice il Papa. E i bambini? Tutti dicono che i bambini sono innocenti, e intoccabili, ma questo che stiamo vedendo è il massimo della crudeltà». Ma esiste un massimo della crudeltà? «Una volta le guerre erano diverse. Erano uno scontro di eserciti, ma oggi ci sono orrori sempre nuovi, i massacri, gli stupri dei bambini davanti alle madri, come è successo in Ucraina. Le donne violentate». Questo è successo anche allora agli ebrei. I pogrom, la Shoah. «Qui bisogna fare attenzione, e non confondere. Auschwitz è stato un unicum, lo diceva Primo Levi, e lo dico anche io. Quello che succede in Ucraina, quello che sta succedendo in Israele, sono orrori sempre peggiori, ma diversi. Orrori che mi sconvolgono, ma non sono paragonabili allo sterminio di un popolo, deciso a tavolino, scientificamente. L’annientamento Ricordi i denti d’oro estratti ai cadaveri, i capelli usati per riempire i materassi e le tute termiche degli aviatori. Ricordi lo sfruttamento industriale dei morti, che venivano utilizzati come materia prima». Lei ha parenti in Israele? «Nipoti e pronipoti. Uno è disperso, non sappiamo dove sia. Ma a me dispiace per tutti, non solo per lui. So cosa vuol dire la sofferenza di tutti, non conosco solo la mia. E non gioisco certo per la morte di un palestinese. Sono tornata dai campi senza odio, senza desiderio di vendetta. Dopo la liberazione, ho anche ceduto del cibo a dei prigionieri tedeschi, al di là della rete. Eravamo in un campo di transito, e loro erano i prigionieri. Avevano le pentole vuote, gli ho dato quel poco che avevo. La vendetta non serve a niente».
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