(Alver Metalli) A mediados de septiembre se celebra en Argentina una procesión al Señor y la Virgen del Milagro, dos imágenes de hace muchos siglos, veneradas especialmente en la ciudad de Salta, donde se cree que salvaron a la población de un terremoto en 1692. Así, el día de la fiesta, un millón de personas se desplazaron al santuario donde se conservan las pinturas.
El Señor y la Virgen del Milagro puede considerarse la manifestación de fe más antigua y tradicional de Argentina, y la segunda más importante del país sudamericano después de la peregrinación a Nuestra Señora de Luján en Buenos Aires, patrona de la República, que este año cae en el primer día del mes de octubre.
Tanto el primer evento religioso, el Señor y la Virgen del Milagro, como el segundo, la Virgen de Luján, tienen un impacto considerable en el territorio. El fenómeno de la difusión se debe, al menos en parte, a las migraciones internas de la población argentina, que lleva las devociones de una provincia a otra. Como muestran claramente las fotografías que publico (de Marcelo Pascual), que se refieren a una procesión celebrada el 15 de septiembre en la villa donde vivo, en las afueras de Buenos Aires.
En cuanto a la peregrinación a Luján del sábado 1 de octubre, los preparativos que la preceden ya han comenzado en todas partes y prometen un gran número de participantes, en su mayoría jóvenes. Como cada año, hay quienes recorrerán la ruta completa de no menos de 60 kilómetros, y quienes lo harán sólo en parte.
Creo que realmente vale la pena reconsiderar, para América Latina, la persistente idea de que la religiosidad popular es un remanente asediado por una imparable secularización que hace que la fe sea cada vez más irrelevante. Manifestaciones como las mencionadas prueban, por el contrario, que cuando la raíz de la religiosidad popular es la presencia redentora del misterio de Dios hecho hombre, la vida se impregna de ella, se hace, efectivamente, religiosa en el pueblo.