En las páginas del libro toman vida una galería de personajes vagamente surrealistas como la vendedora de billetes de lotería que persigue a sus clientes en los laberintos de villas miseria desconocidas para la mayoría, el vendedor de drogas al menudeo, que vende y consume al mismo tiempo, el entrenador de fútbol en silla de ruedas y todo un universo de santos con y sin aureola, cuya ayuda se suplica en las más variadas circunstancias. Y está la ola de una solidaridad que alimenta y cuida a los más vulnerables, a los más expuestos a la muerte que ronda con una guadaña al hombro. [Continua]